miércoles, 15 de marzo de 2017

Nuevo Pueblo de Israel.

El Padre Eterno, por una disposición libérrima y arcana de su sabiduría y bondad, creó todo el universo, decretó elevar a los hombres a participar de la vida divina, y como ellos hubieran pecado en Adán, no los abandonó, antes bien les dispensó siempre los auxilios para la salvación, en atención a Cristo Redentor, «que es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura» (Col1,15). A todos los elegidos, el Padre, antes de todos los siglos, «los conoció de antemano y los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8,29). Y estableció convocar a quienes creen en Cristo en la santa Iglesia, que ya fue prefigurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza [1], constituida en los tiempos definitivos, manifestada por la efusión del Espíritu y que se consumará gloriosamente al final de los tiempos. Entonces, como se lee en los Santos Padres, todos los justos desde Adán, «desde el justo Abel hasta el último elegido» [2], serán congregados en una Iglesia universal en la casa del Padre.

Fuente: Lumen Gentium 2.


Israel, pueblo de Dios e «iglesia del Señor» del Antiguo Testamento. El pueblo de Israel en el A. T. no constituye solamente una realidad étnica, como lo eran los demás pueblos de la tierra. Sino que tiene, desde la promesa hecha a Abraham y reiterada a los patriarcas Isaac y Jacob, un carácter sagrado. Sobre todo, a partir de la Alianza hecha por Dios con el pueblo de Israel por medio de Moisés, aparece el carácter sagrado y único de este pueblo: «Moisés subió hacia Dios. Yahwéh le llamó desde el monte y le dijo: Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los hijos de Israel. Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad peculiar entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra, pero vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa» (Ex 19,3-6). Israel tiene como subestructura nacional las doce tribus, que llevan respectivamente el nombre de los doce hijos de Jacob-Israel, pero, más profundamente, Israel es constituido, a partir de la Alianza del Sinaí, no sólo en el «pueblo de Dios», sino en la «comunidad de Yahwéh», qehal Yahwéh en el texto hebreo, ekklisía toú Kyríov en la antigua versión griega de los Setenta.
     
      Por la Alianza del Sinaí, ratificada varias veces después en momentos solemnes de la historia del pueblo hebreo, Dios, por propia iniciativa, establece una serie de relaciones religiosas entre El y el pueblo o «comunidad» de Israel, que serán otras tantas prefiguraciones y preparaciones de la 1. de Jesucristo. Entre tales relaciones pueden señalarse, a modo de ejemplos: Yahwéh es el Dios de Israel (Is 17,6; Ier 7,3; Ez 8,4, etc.); el «Santo de Israel (Is 1,4; 44,4; Ps 89,19); el «fuerte» (Is 1,25); la «roca» (Is 30,29); el «rey» (Is 43,15); el «redentor» (Is 44,6), etc. En correspondencia, el pueblo de Israel es respecto a Dios: el pueblo de Yahwéh (Is 1,3; Am 7,8; Jer 12,14; Ez 14,9; Ps 50,7); su «servidor» (Is 44,21); su «elegido» (Is 45,4); su «hijo primogénito» (Ex 4,22; Os 11,1); su «heredad» (Is 19,25); su «rebaño» (Ps 95,7); su «viña» (Is 5,7); su «posesión» (Ps 114,2); su «esposa» (Os 2,4), etc. El pueblo de Israel, pues, trasciende completamente a la historia profana o política de la humanidad, para entrar de lleno en la historia sagrada o historia de la salvación, como la etapa previa, preparatoria y prefigurativa de la historia de la Iglesia.

Fuente: Mercaba - Iglesia - Antiguo Tetsamento. 1) 1) 2)



God and His People. La Iglesia en el Antiguo Testamento según CLAUS WESTERMANN.

Cuando Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, inauguró la historia de su intervención entre los Ihombres, lo hizo en el seno y en favor de un pueblo. No empezó con un hombre concreto o con todo el mundo. Pero lo que Dios empezó con su único pueblo -un pueblo entre otros- era, un símbolo de la actuación completa que culmina con Jesucristo y el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia.

Fuente: Selecciones de Teología.


Los símbolos de la Iglesia.

753. En la Sagrada Escritura encontramos multitud de imágenes y de figuras relacionadas entre sí, mediante las cuales la Revelación habla del misterio inagotable de la Iglesia. Las imágenes tomadas del Antiguo Testamento constituyen variaciones de una idea de fondo, la del "Pueblo de Dios". En el Nuevo Testamento (cf. Ef 1, 22; Col 1, 18), todas estas imágenes adquieren un nuevo centro por el hecho de que Cristo viene a ser "la Cabeza" de este Pueblo (cf. LG 9), el cual es desde entonces su Cuerpo. En torno a este centro se agrupan imágenes "tomadas de la vida de los pastores, de la agricultura, de la construcción, incluso de la familia y del matrimonio" (LG 6).


Historia Salutis.

El concepto historia de la salvación, en su formulación explícita, tiene un origen reciente, pero su contenido es tan antiguo como la religión bíblico-cristiana.

La catequesis de la Iglesia siempre ha tenido presente el plan salvífico de Dios, si bien han variado los acentos, a favor o en contra, según concepciones ideológicas de la filosofía o de la teología de la historia, claramente ligadas al tiempo en que han nacido y de las que la misma catequesis, catequistas y catecismos han podido estar influenciados.

A lo largo de todo el pensamiento bíblico se verifica que entre el pueblo que vive sus vicisitudes y el Dios que salva existe una relación histórica.

En la dinámica promesa-cumplimiento está constituido el núcleo de la historia de la salvación. Bajo la clave de la alianza lo confiesa Israel en el Antiguo Testamento (Dt 6,20-23; 26,1-11; Jos 24,1-13; Neh 9,7-25), y bajo la clave del reino lo anuncia Jesús y lo predica la Iglesia en el Nuevo.

Así pues, podemos decir que el misterio de salvación entreteje las páginas de la Biblia, los siglos de la tradición y los documentos del magisterio, a través de sus múltiples tradiciones, en ellos recogidas, y en su numerosa y rica variedad de géneros literarios y de autores, cuyo objetivo no es otro que el de manifestar la acción de Dios en la historia de unos determinados hombres, la intervención en sus vidas. Intervención dirigida siempre a sacarlos de la situación penosa en que se encuentran; a librarlos de la condición de esclavitud en que viven como herencia de su misma existencia humana, como consecuencia de su propia equivocación y malicia a lo largo de la historia; a hacerlos salir de su desesperada condición de hombres abocados a la muerte y a la ruina total. Esta es la intención primera y última del Dios que se revela y actúa en Jesucristo, y es el que pone en marcha toda la acción en la historia.

Hechos concretos de la historia de los hombres, de grupos humanos, de comunidades o pueblos, han sido vividos, vistos y experimentados como acontecimientos salvíficos, como verdaderas intervenciones salvadoras de Dios. Y como tales han sido transmitidas, de palabra y por escrito, en la predicación y en la oración, en los santuarios o templos, en las tiendas, casas o areópagos públicos, como objeto de confesión de fe o motivos para la alabanza, la bendición y la súplica.

Fuente: Mercaba, Historia de la Salvación.

martes, 14 de marzo de 2017

Locus Theologicus.

Si bien el tema historia ha acompañado el pensamiento cristiano desde sus inicios, con la desvinculación de la historia humana como historia profana de la interpretación teológica de la historia, el tema historia devino un problema para la teología (Pannenberg, 1984).

El humanismo y el renacimiento, a los inicios de la modernidad, trajeron consigo una nueva relación con la historia. En ese contexto cultural se ubicó el aporte del teólogo español, Melchor Cano, quien concretó la primera presentación sistemática de la metodología teológica en la transición de la escolástica medieval hacia la dogmática moderna (Seckler, 2006).


La historia fue conceptualizada por Cano como un locus theologicus alienus, poseedora de una autoridad para el lenguaje sobre Dios. En el siglo XIX se produjo la irrupción de la conciencia radical de la historicidad del pensamiento que ha tenido enormes repercusiones en los más diversos ámbitos vitales y científicos, más tardíamente en la Iglesia y la teología.


Como destacan múltiples autores -G. Alberigo, C. Theobald, etc.- la asunción de la conciencia histórica es uno de los datos más relevantes del Vaticano II.


Esta nueva conciencia se explicita particularmente -aunque no de manera exclusiva- en Gaudium et spes, en "una forma nueva de teología" que Y. Congar caracteriza por el esbozo de una metodología "inductiva y concreta" (1970: 14).


El lugar teológico historia se concretiza allí, especialmente, con el término pastoral signo de los tiempos (Sander, 2006: 137).


Fuente: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492016000300009




El “lugar teológico” en Jon Sobrino.

Este trabajo indaga en la relevancia del término “lugar teológico” en Jon Sobrino. Partimos de un supuesto fundamental de la teología de la liberación, a saber, que Dios se hace presente y continúa revelándose en la historia actual. Se abordan, en esta tarea, la controversia sobre el método teológico del autor y su recurso al círculo hermenéutico para comprender la revelación a partir de la praxis de seguimiento de Cristo.

 El uso del término “lugar teológico” tiene importancia en la teología latinoamericana. Con él se indica fundamentalmente que Dios, de algún modo, continúa revelándose en la historia. En el presente artículo tratamos sobre este tema en Jon Sobrino, el teólogo que más utiliza el término.

Fuente: http://www.scielo.org.co/pdf/thxa/v66n181/v66n181a01.pdf



Objeto, método y naturaleza de la historia de la Iglesia.



El objeto de la Historia de la Iglesia es describir el crecimiento en el espacio y en el tiempo de la Iglesia fundada por Jesucristo. En cuanto que recibe su objeto de la ciencia de la fe y se apoya en la fe, es una disciplina teológica y se distingue de una simple historia de la cristiandad.

En la medida en que la Iglesia tiene un pasado y una historia; está sometida a las exigencias del método histórico. La Historia de la Iglesia está vinculada a sus fuentes, y las leyes de la crítica histórica se aplican a los documentos y a los hechos que descubre, lo mismo que en las demás disciplinas históricas. La relación inteligible de los hechos descubiertos, la percepción de los motivos que inspiran y dirigen a los hombres de la Iglesia, tal como aparecen en los documentos del pasado, la génesis y el desarrollo de las instituciones de la Iglesia, todo esto proviene de la observación y del método histórico.


La Historia eclesiástica, sin embargo, se distingue de las ciencias profanas y de una simple historia de la cristiandad; en razón de su objeto y de los principios que la iluminan, es una verdadera disciplina teológica. Como totalidad, la Historia de la Iglesia no puede ser concebida más que como la historia de la salvación, en ejercicio de aplicación y de actualización desde Pentecostés hasta la Parusía, y su sentido no puede ser percibido más que por la fe. La Historia de la Iglesia es la presencia continuada de la palabra de Dios en el mundo, por el anuncio del Evangelio y la constitución del pueblo santo adquirido por la sangre de Cristo. La Historia de la Iglesia, en cuanto compresión del misterio de salvación en su fase de realización, dimana de la inteligencia teológica.

Etimología de la palabra Iglesia.

La palabra Iglesia proviene del latín “ecclesia” y ésta del griego “ἐκκλησία” (“ekklesía”) que significaba originariamente en la antigua Grecia “asamblea” y luego pasó a significar “congregación de cristianos”.

Ésta palabra contiene el prefijo “ἐκ-” (“fuera”, como en latín “ex-“) y la raíz “κλή-“, como en “κλήσις” (“klêsis”, “llamada”) que proviene del verbo “καλέω” (“kaléo”) que significa “llamar”.

Compárese con el latín “clamare” (también tiene la partícula “cla-“) o “clamor”; del verbo “clamare” viene nuestra palabra “llamar”, como en italiano “chiamare”.

Es entonces que la palabra “ἐκκλησία” significaría originariamente “llamada afuera” con el motivo de reunir a la gente de una comunidad. En las demás lenguas romances pueden encontrarse las derivaciones de ésta como en italiano “chiesa” y francés “église”.




La palabra iglesia proviene de la voz griega ἐκκλησία (transliterado como ekklēsía) vía el latín ecclesia.

El sustantivo posee una doble herencia de significado en la Biblia:1
1. En el ámbito del mundo europeo occidental helenístico no cristiano, denotaba una asamblea o reunión de ciudadanos congregados en razón de una convocatoria pública (generalmente el llamado de un mensajero oficial o heraldo), para asuntos usualmente de orden político, y se entiende de esta manera en pasajes bíblicos como el de Hechos de los Apóstoles:
Y otros gritaban otra cosa; porque la iglesia estaba confusa, y la mayoría no sabía por qué se habían reunido.
Hch 19, 32
2. En la Septuaginta (traducción al griego del Tanaj) se emplea frecuentemente para traducir la voz hebrea qâhâl (o kahal, transliteración de קהל), que se refiere a la congregación de Israel o pueblo de Dios, como por ejemplo en: Salmos:
Anunciaré tu nombre a mis hermanos: en medio de la kahal קהל' te alabaré.
Sal 22, 22
Así, Iglesia en algunos pasajes del Nuevo Testamento podría combinar ambas ideas (la hebrea y la griega) o solo una de ellas, dando por eso profundo y complejo significado a las palabras de Jesús de Nazaret a Simón Pedro recogidas en el Evangelio según san Mateo:
Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi kahal קהל' pueblo o iglesia, y las puertas del hades no prevalecerán contra ella.
Mt 16, 18
Por otro lado, otros orígenes etimológicos de Iglesia se observan en idiomas distintos al castellano. Mientras que en las lenguas romances iglesia deviene del griego ekklēsía, como ya se ha visto, en las lenguas germánicas (alemán kircheinglés church), procede del griego popular bizantino (kyrikē), que puede significar algo ‘referente al Señor (kyrios)’; no obstante, no existe unanimidad al respecto.



Derivados de la palabra iglesia:  http://etimologias.dechile.net/?iglesia


miércoles, 8 de marzo de 2017

Pena de muerte.

Catecismo de Iglesia Católica nº 2267.


2267 La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas.

Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana.

Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo «suceden muy [...] rara vez [...], si es que ya en realidad se dan algunos» (EV 56).

Fuentes: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a5_sp.html

Encíclica Evangeluim Vitae nº 56.

56. En este horizonte se sitúa también el problema de la pena de muerte, respecto a la cual hay, tanto en la Iglesia como en la sociedad civil, una tendencia progresiva a pedir una aplicación muy limitada e, incluso, su total abolición. El problema se enmarca en la óptica de una justicia penal que sea cada vez más conforme con la dignidad del hombre y por tanto, en último término, con el designio de Dios sobre el hombre y la sociedad. En efecto, la pena que la sociedad impone « tiene como primer efecto el de compensar el desorden introducido por la falta ».46 La autoridad pública debe reparar la violación de los derechos personales y sociales mediante la imposición al reo de una adecuada expiación del crimen, como condición para ser readmitido al ejercicio de la propia libertad. De este modo la autoridad alcanza también el objetivo de preservar el orden público y la seguridad de las personas, no sin ofrecer al mismo reo un estímulo y una ayuda para corregirse y enmendarse. 47
Es evidente que, precisamente para conseguir todas estas finalidades, la medida y la calidad de la pena deben ser valoradas y decididas atentamente, sin que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo salvo en casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo. Hoy, sin embargo, gracias a la organización cada vez más adecuada de la institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir prácticamente inexistentes.
De todos modos, permanece válido el principio indicado por el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, según el cual « si los medios incruentos bastan para defender las vidas humanas contra el agresor y para proteger de él el orden público y la seguridad de las personas, en tal caso la autoridad se limitará a emplear sólo esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana ».48

Fuente: http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_25031995_evangelium-vitae.html