jueves, 11 de mayo de 2017

Piscis.


AFRODITA Y EROS COMO ORIGEN DE PISCIS.

Una de las vertientes más conocidas y aceptadas sobre el origen de la representación de Piscis como dos peces unidos por una cuerda halla su origen en la mitología grecorromana. El origen del mito se remonta a la guerra de la segunda generación de Titanes en la que Zeus, junto a los que después serían los dioses del Olimpo, se enfrentaba a Crono. Para huir de Tifón, uno de los titanes más temidos en estos enfrentamientos, Afrodita y su hijo Eros -Venus y Cupido para los romanos- se transformaron en peces. Para no perderse en el agua se ataron con una cuerda y así atravesaron el Éufrates. En algunas versiones del mito se indica además que Atenea, para esconderlos mejor los inmortalizó en el cielo como la conocida constelación. En otras, Afrodita y Eros huían de la venganza de Poseidón por haber engendrado la diosa del amor a su hijo con un humano.

El nombre de "Cristianos".

Biblia Latinoamericana.

Hechos de los Apóstoles.

Capítulo 11.


v. 25. "Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo,

v. 26. y apenas lo encontró lo llevó a Antioquía. En esta Iglesia trabajaron juntos durante un año entero, instruyendo a muchísima gente, y fue en Antioquía donde los discípulos por primera vez recibieron el nombre de cristianos." 


Fuentes: http://www.bibliacatolica.com.br/biblia-latinoamericana/hecho-de-los-apostoles/11/




Comentario:

 En Antioquía los discípulos de Jesús comienzan a ser un grupo numeroso dentro de la sociedad. Judíos y gentiles, integrados en la nueva fe, necesitan un nombre público y oficial que les distinga netamente y que les identifique como seguidores de Jesús. Y surge el nombre de christianós. El verbo griego chrematisai tiene en Act 11,26 una significación oficial: un título dado. ¿Se lo dieron a sí mismos los seguidores de Cristo o lo recibieron de otros? Conviene advertir que del verbo chrematisai, en contra de lo que supone Leclercq, nada podemos deducir en esta cuestión, porque puede traducirse muy bien con expresiones que favorecen ya una parte ya otra de la alternativa: «tomaron el nombre», «se llamaron», «fueron llamados». A la pregunta propuesta los autores responden de muy distinta manera.
Fuente: Origen del nombre "Cristianos" en enciclopedia MERCABA




miércoles, 10 de mayo de 2017

Eusebio de Cesarea.

EUSEBIO sobre JESÚS.


En la historia más temprana del cristianismo podría haber sido de esperar que se dieran algunos detalles estratégicos adicionales de la vida de Jesús para suplementar el registro bíblico. ¿Acaso no había más tradiciones acerca de la infancia de Jesús y de su ministerio, por ejemplo, que pudiera haber transmitido Eusebio? O bien las tradiciones se habían perdido, o Eusebio se centró más bien en lo que consideraba la porción más crítica de su información acerca de Cristo: su preexistencia y su condición mesiánica. De un modo muy semejante a como George Frederick Handel se centró en su oratorio El Mesías mucho más en la profecía del Antiguo Testamento que en el cumplimiento del Nuevo Testamento, igualmente Eusebio se sintió impelido a demostrar que el Hijo de Dios era eterno y preexistente, no limitado por restricciones temporales ni geográficas. Con ello respondía a una objeción común al cristianismo como nuevo sistema inventado en el primer siglo. Por esta razón, muchos otros primitivos autores cristianos dedicaban también mucha atención a la preexistencia de Cristo y a las profecías del Antiguo Testamento que encontraban cumplidas en él. Eusebio se sentía igualmente interesado, no obstante, en demostrar la verdadera historicidad del hombre Jesús. No apelaba a una fe ciega, sino que apelaba a todas las fuentes no bíblicas que podía encontrar para mostrar lo bien que la corroboraban los Evangelios del Nuevo Testamento. Flavio Josefo era especialmente valioso para este propósito, como el historiador judío ha demostrado siempre serlo. Al citar los escritos de Julio Africano tocante a la divergencia en las genealogías de Jesús, Eusebio desvela un modelo que usará a lo largo de su historia: la incorporación textual en su propia obra, con el debido crédito, de algunas de las fuentes históricas más importantes. Así, muchos documentos cruciales sobreviven solo en Eusebio, mucho tiempo después que los documentos originales se hayan perdido. (Pág. 54)

Fuente: Comentarios de Paul L. Maier sobre "Historia Eclesiástica" de Eusebio de Cesarea.



La «Historia eclesiástica».

Eusebio y la «Historia».


Fue tesis de K. Hase que la historiografía eclesiástica no comenzó con Eusebio, sino con las Centurias de Magdeburgo. Sin embargo, al cabo de más de cien años de incesante búsqueda, se ha hecho más firme la convicción de que el verdadero padre de la historia eclesiástica es Eusebio de Cesarea. Padre de la historia eclesiástica, no de la historia de la Iglesia en el moderno sentido de esta expresión. Ni tampoco en el sentido en que entendieron la historia y la historiografía los grandes historiadores antiguos. Cuando Eusebio utiliza la palabra historia, puede referirse tanto al relato de un acontecimiento como al acontecimiento mismo, pero nunca al conjunto de acontecimientos relatados como un desarrollo orgánico sometido al juego de las causas y los efectos en mutua conexión e interdependencia con proyección universal. En Eusebio, historia no significa «la historia» en sentido universal, es decir, en cuanto abarca el acontecer de la experiencia humana en su plenitud y totalidad. Es este un concepto enteramente ajeno a Eusebio. Eusebio no escribe una «Historia de la Iglesia», sino una «Historia eclesiástica». Del pasado eclesiástico quiere dar a conocer todo lo que —personas, obras, acontecimientos— merece que se salve y pueda ser salvado para la posteridad, todo lo que él considera que puede interesar a un cristiano, obispo, clérigo o laico. Y se limita a reunir material eclesiástico del pasado, es decir, material que pertenece al pasado de la vida de la Iglesia. Tampoco pretende hacer historia de gran estilo, al modo de Tucídides, por ejemplo. Sus preceptos y reglas no le permitirían aducir constantemente y de modo directo el mayor número posible de documentos testificales, sobre todo en forma de citas y extractos. Precisamente el mérito mayor de la Historia eclesiástica radica en poner directamente a nuestro alcance —y haber salvado— la riqueza incalculable de su documentación, prescindiendo de su carácter apologético en los siete primeros libros, y «panfletario» en los tres últimos. Eusebio conocía, evidentemente, las seculares reglas de la antigua historiografía. Si las conculca, mejor, si no las sigue, es, sin duda, por una decisión consciente: su Historia eclesiástica no ha de ser una exposición histórica de gran estilo. Prefiere atenerse al significado más primitivo de la palabra historia, que apunta al saber acumulado por no importa qué clase de investigación y que había sido recogido y cultivado por la filología alejandrina hasta recibir la configuración concreta de «reunión de material». La especificación le vendrá del mismo material acumulado. Como en Eusebio se trata de material eclesiástico: obispos, sucesión, libros canónicos, escritores, mártires, herejes, etc., su Historia eclesiástica se definirá como «reunión o acopio de material eclesiástico». (Pág. 30 pdf)

Fuente:  Velasco-Delgado, Argimiro O.P. comentarios sobre "Historia Eclesiástica" de Eusebio de Cesarea.

martes, 2 de mayo de 2017

LA IGLESIA Y LAS CULPAS DEL PASADO.



COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL 


MEMORIA Y RECONCILIACIÓN

LA IGLESIA Y LAS CULPAS DEL PASADO


…”en todas las formas de arrepentimiento por las culpas del pasado, y en cada uno de los gestos conectados con ellas, la Iglesia se dirige, ante todo, a Dios y tiende a glorificarlo a Él y su misericordia. Precisamente así sabe que celebra también la dignidad de la persona humana llamada a la plenitud de la vida en la alianza fiel con el Dios vivo: «La gloria de Dios es el hombre viviente, la vida del hombre es la visión de Dios» 99. Actuando de este modo, la Iglesia da testimonio también de su confianza en la fuerza de la Verdad que hace libres (cf. Jn 8,32): «su petición de perdón no debe ser entendida como ostentación de humildad ficticia, ni como retractación de su historia bimilenaria, ciertamente rica en méritos en el terreno de la caridad, de la cultura y de la santidad. Responde más bien a una exigencia de verdad irrenunciable, que, junto a los aspectos positivos, reconoce los límites y las debilidades humanas de las sucesivas generaciones de discípulos de Cristo» 100. La Verdad reconocida es fuente de reconciliación y de paz porque, como afirma el mismo Papa, «el amor de la verdad, buscada con humildad, es uno de los grandes valores capaces de reunir a los hombres de hoy a través de las diversas culturas» 101. También por su responsabilidad hacia la verdad la Iglesia «no puede atravesar el umbral del nuevo milenio sin animar a sus hijos a purificarse, en el arrepentimiento, de errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes. Reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y de valentía» 102. Ello abre para todos un mañana nuevo”.