EUSEBIO sobre JESÚS.
En la historia más temprana del cristianismo podría haber
sido de esperar que se dieran algunos detalles estratégicos adicionales
de la vida de Jesús para suplementar el registro bíblico.
¿Acaso no había más tradiciones acerca de la infancia de Jesús
y de su ministerio, por ejemplo, que pudiera haber transmitido
Eusebio?
O bien las tradiciones se habían perdido, o Eusebio se
centró más bien en lo que consideraba la porción más crítica de
su información acerca de Cristo: su preexistencia y su condición
mesiánica. De un modo muy semejante a como George Frederick
Handel se centró en su oratorio El Mesías mucho más en la profecía
del Antiguo Testamento que en el cumplimiento del Nuevo
Testamento, igualmente Eusebio se sintió impelido a demostrar
que el Hijo de Dios era eterno y preexistente, no limitado por
restricciones temporales ni geográficas. Con ello respondía a
una objeción común al cristianismo como nuevo sistema inventado
en el primer siglo. Por esta razón, muchos otros primitivos
autores cristianos dedicaban también mucha atención a la preexistencia
de Cristo y a las profecías del Antiguo Testamento
que encontraban cumplidas en él.
Eusebio se sentía igualmente interesado, no obstante, en demostrar
la verdadera historicidad del hombre Jesús. No apelaba
a una fe ciega, sino que apelaba a todas las fuentes no bíblicas
que podía encontrar para mostrar lo bien que la corroboraban
los Evangelios del Nuevo Testamento. Flavio Josefo era especialmente
valioso para este propósito, como el historiador judío ha
demostrado siempre serlo.
Al citar los escritos de Julio Africano tocante a la divergencia
en las genealogías de Jesús, Eusebio desvela un modelo
que usará a lo largo de su historia: la incorporación textual
en su propia obra, con el debido crédito, de algunas de las
fuentes históricas más importantes. Así, muchos documentos
cruciales sobreviven solo en Eusebio, mucho tiempo después
que los documentos originales se hayan perdido. (Pág. 54)
La «Historia eclesiástica».
Eusebio y la «Historia».
Fue tesis de K. Hase que la historiografía eclesiástica no comenzó con Eusebio, sino con las Centurias de Magdeburgo. Sin embargo, al cabo de más de cien años de incesante búsqueda, se ha hecho más firme la convicción de que el verdadero padre de la historia eclesiástica es Eusebio de Cesarea. Padre de la historia eclesiástica, no de la historia de la Iglesia en el moderno sentido de esta expresión. Ni tampoco en el sentido en que entendieron la historia y la historiografía los grandes historiadores antiguos. Cuando Eusebio utiliza la palabra historia, puede referirse tanto al relato de un acontecimiento como al acontecimiento mismo, pero nunca al conjunto de acontecimientos relatados como un desarrollo orgánico sometido al juego de las causas y los efectos en mutua conexión e interdependencia con proyección universal. En Eusebio, historia no significa «la historia» en sentido universal, es decir, en cuanto abarca el acontecer de la experiencia humana en su plenitud y totalidad. Es este un concepto enteramente ajeno a Eusebio. Eusebio no escribe una «Historia de la Iglesia», sino una «Historia eclesiástica». Del pasado eclesiástico quiere dar a conocer todo lo que —personas, obras, acontecimientos— merece que se salve y pueda ser salvado para la posteridad, todo lo que él considera que puede interesar a un cristiano, obispo, clérigo o laico. Y se limita a reunir material eclesiástico del pasado, es decir, material que pertenece al pasado de la vida de la Iglesia. Tampoco pretende hacer historia de gran estilo, al modo de Tucídides, por ejemplo. Sus preceptos y reglas no le permitirían aducir constantemente y de modo directo el mayor número posible de documentos testificales, sobre todo en forma de citas y extractos. Precisamente el mérito mayor de la Historia eclesiástica radica en poner directamente a nuestro alcance —y haber salvado— la riqueza incalculable de su documentación, prescindiendo de su carácter apologético en los siete primeros libros, y «panfletario» en los tres últimos. Eusebio conocía, evidentemente, las seculares reglas de la antigua historiografía. Si las conculca, mejor, si no las sigue, es, sin duda, por una decisión consciente: su Historia eclesiástica no ha de ser una exposición histórica de gran estilo. Prefiere atenerse al significado más primitivo de la palabra historia, que apunta al saber acumulado por no importa qué clase de investigación y que había sido recogido y cultivado por la filología alejandrina hasta recibir la configuración concreta de «reunión de material». La especificación le vendrá del mismo material acumulado. Como en Eusebio se trata de material eclesiástico: obispos, sucesión, libros canónicos, escritores, mártires, herejes, etc., su Historia eclesiástica se definirá como «reunión o acopio de material eclesiástico». (Pág. 30 pdf)
Fuente: Velasco-Delgado, Argimiro O.P. comentarios sobre "Historia Eclesiástica" de Eusebio de Cesarea.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario