lunes, 24 de julio de 2017

Disertaciones en el Instituto.


              
  “Todos los hombres, de cualquier raza, condición y edad, en cuanto participantes de la dignidad de la persona, tienen el derecho inalienable de una educación, que responda al propio fin, al propio carácter; al diferente sexo, y que sea conforme a la cultura y a las tradiciones patrias, y, al mismo tiempo, esté abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos a fin de fomentar en la tierra la verdadera unidad y la paz. Mas la verdadera educación se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y al bien de las varias sociedades, de las que el hombre es miembro y de cuyas responsabilidades deberá tomar parte una vez llegado a la madurez”. (Declaración GRAVISSIMUM EDUCATIONIS nº 1 del CVII)

Como parte de la formación académica participaremos de estas disertaciones con el propósito de crecer en el conocimiento de nuestra historia, y los invitamos a tomar parte para que puedan aprovechar el testimonio y la sabiduría de los disertantes.

Los encuentros están previstas de 18:30 a 22 hs., con un recreo para renovar el mate y seguir; habrá al final de cada bloque un momento para preguntas a los expositores.

31/07
José Daniel Irigoyen, fue seminarista en la “Congregación de Los Palotinos”, compañero de los sacerdotes y seminaristas asesinados el 4 de julio de 1976 en la conocida como “Masacre de los Palotinos”; además de este testimonio compartirá su experiencia como preso político durante la última dictadura militar y su trayectoria política como senador provincial y presidente municipal de Gualeguaychú en dos oportunidades.

09/08
José Luis Muñoz Azpiri (h), es investigador, escritor, historiador y antropólogo; miembro del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas que depende del Ministerio de Cultura de la Nación. Presentará en el primer bloque el tema del conocimiento histórico, su objetividad y la tarea del investigador; y en un segundo bloque la construcción de la identidad argentina en medio de los vaivenes políticos de los últimos 40 años.

18/08
Gabriela Alejandra Peña, nacida en Córdoba, es profesora y doctora en Historia. Presentará en un primer bloque el tema de “La Iglesia y su relación con el estado en el período de la antigüedad y la edad media”; y en un segundo bloque “Historia de la Iglesia en los últimos 40 años en Argentina”.

23/08
Pablo Llanos, es médico, ex combatiente en la guerra de Malvinas compartirá su testimonio como médico en la guerra y como experimentó a la sociedad argentina en esos años.
Vigo Leguizamón, es abogado, presentará “El caso Larrabure”. Como abogado de la familia Larrabure pide que se declare delito de lesa humanidad el asesinato del coronel Argentino Larrabure; a lo que los opositores dicen que fue suicidio.  

miércoles, 5 de julio de 2017

Orientaciones para el primer parcial de Historia de la Iglesia.

San Benito – cinco de julio de dos mil diecisiete.
Unidades 1, 2 y 3 – no incluye el tema de “Los Padres de la Iglesia”.

1.    ¿Cómo se obtienen los conocimientos propios de la Historia de la Iglesia y cuáles son sus fuentes?
2.    Ámbito histórico y geográfico del nacimiento de la Iglesia.
3.    ¿Cómo participaban las mujeres en las primeras comunidades cristiana?
4.    ¿De qué trató el llamado primer concilio de Jerusalén?
5.    Las persecuciones, martirio y apostasía. Los lapsos.
6.    ¿Qué es una herejía? ¿Cuáles son y cuál es el contenido de las herejías de los primeros siglos? Mencionar al menos tres.

7.    Concilios: Nicea, I de Constantinopla, Éfeso, Calcedonia.

sábado, 1 de julio de 2017

Las Herejías.

¿Qué es una herejía?

Herejía: es una doctrina que se opone inmediata, directa y contradictoriamente a la verdad revelada por Dios y propuesta auténticamente como tal por la Iglesia.

Fuente: Definición.

Algunas herejías:

Adopcionismo, Arrianismo, Docetismo, Gnosticismo, Pelagiansimo, Maniqueísmo, Monarquianismo, Montanismo, Nestorianismo.


              Adopcionismo y otras.

Los Concilios.

¿Qué es un Concilio Ecuménico?

Cuando el Papa quiere tomar una decisión que abarca a toda la cristiandad - proclamar un dogma, modificar la organización de la Iglesia o condenar una herejía -, puede convocar un Concilio.

Los obispos del mundo entero son llamados a Roma (o a la ciudad que el Pontífice haya escogido). Su presencia es obligatoria, salvo en caso de fuerza mayor. Los superiores de órdenes religiosas, los abades generales, los prelados nullius ( es decir, que no tienen jurisdicción en una diócesis propiamente dicha) y los cardenales son admitidos a participar en el Concilio o Sínodo ecuménico. Tienen voz deliberativa.

Otras personalidades son admitidas a participar en los trabajos del Concilio, y tienen voz consultiva. Son los representantes de obispos ausentes, los príncipes católicos o sus embajadores y ciertos clérigos o laicos convocados a títulos diversos.

A la apertura de los debates, todos los asistentes prestan juramento. Juran que permanecerán fieles a la Iglesia y a su jefe.
El texto del juramento fue redactado por el papa Gregorio VII en el año 1709.

2.3. La cuestión de la consideración atribuida a las mujeres.

El grupo sexual al que pertenece una persona puede conferir también un status más o menos elevado en una sociedad, cuando no decide sobre sus oportunidades en general. En realidad, la pertenencia al sexo masculino o femenino era fuente de una asimetría social fundamental en las antiguas sociedades de la cuenca mediterránea. Una asimetría que limitaba no sólo el status social de la mujer, sino también sus posibilidades de participar en el poder político y de disfrutar de privilegios. En esta medida puede afirmarse que las antiguas sociedades se subdividían aún, en virtud de la diferencia de sexos, en dos partes desiguales, en las que la situación social de los hombres y de las mujeres era muy diferente. Esto influía, como es natural, en el modelo de sociedad.

Sobre la base de las condiciones impuestas por los criterios del modelo de dos estratos presupuesto por Gèza Alföldy, las mujeres debían pertenecer, siempre y de modo necesario, al estrato inferior, dado que sólo los hombres podían ejercer las funciones políticas. Las mujeres no podían llegar a ser senadores o caballeros, consejeros de las ciudades, ni siquiera funcionarios de las mismas, oficiales y soldados. El sexo comportaba también desventajas para las mujeres en relación con la posibilidad de la movilidad social.
Respecto a sus oportunidades de ascenso social, Natalie Kampen resume de este modo la situación de las mujeres:
«Aunque una mujer hubiera nacido en una familia senatorial, poseyera
grandes riquezas personales y ejerciera importantes tareas religiosas o sociales, le faltaban, desde el punto de vista estructural, los atributos fundamentales
correspondientes a la dignidad (dignitas) de un romano. Ni ella ni sus hermanas de los estratos inferiores podían votar ni ejercer ninguna función política o administrativa; también estaba excluida, como todas las mujeres además, del servicio militar. Los dos instrumentos importantes para la obtención de la movilidad social -el acceso al poder político autónomo y la participación en el cursus honorum, importante desde el punto de vista ideológico para los estratos superiores- les estaban cerrados a todas las mujeres, con independencia de su adscripción al estrato social. La posición social de una mujer dependía, por tanto,
mucho más que de la del hombre, de la familia en que había nacido o entrado por matrimonio. Si había nacido en una familia de caballeros, la mujer sólo podía subir a la altura de los senadores mediante el matrimonio, mientras que la movilidad de un hombre dependía de su «servicio» y de su riqueza. En el escalón más bajo de la sociedad, el de las esclavas, podía conseguirse una movilidad hacia arriba a través de la libertad otorgada o conseguida, así como a través de la actividad del marido. Por otra parte, una mujer podía cambiar también, potencialmente, su propio status mediante el engendramiento de tres o cuatro hijos».
En especial, las mujeres de las familias que formaban parte de la elite podían ejercer el poder de una manera indirecta; por ejemplo, engendrando herederos legítimos, controlando las propiedades rústicas y otros bienes, e incluso manipulando a los hombres, especialmente a través de la influencia ejercida sobre ellos.

Fuente: Stegemann - Stegemann. Historia social del cristianismo primitivo. Los inicios en el judaísmo y las comunidades cristianas en el mundo mediterráneo. Página 93.

1. La pertenencia de las mujeres a la «Ekklesía».

Ya desde el principio hubo mujeres en las comunidades creyentes en Cristo presentes de las ciudades del Imperio romano. Más aún, según los Hechos de los Apóstoles, formaban incluso el núcleo constitutivo de las comunidades y la mayor parte de ellas pertenecía al judaísmo de la diáspora o a los círculos de simpatizantes del mismo: así, por ejemplo, la madre de Timoteo (Hch 16,1); Lidia en Filipos (Hch 16,14ss); las mujeres temerosas de Dios de Tesalónica y de Berea (Hch 17,4.12). En Corinto encontró Pablo a Priscila y Áquila, una pareja de judíos creyentes en Cristo (Hch 18,2)1. A Damaris, que fue conquistada para la fe en Atenas, no se la pone en relación con el judaísmo (Hch 17,34). Lo mismo puede decirse de algunas mujeres (y niños) creyentes en Cristo de Tiro (Hch 21,5s).

Pablo cita en sus cartas por su nombre a diversas mujeres, algunas de las
cuales eran, sin duda, judías (por ejemplo, Prisca, Herodión y Junia: Rom
16,3.7.11). Implícitamente, hemos de incluir también a mujeres entre los esclavos y esclavas o el resto de los miembros de las casas que son saludadas en bloque (por ejemplo, Rom 16,11). A partir de 1 Cor 7,1 ss; 11,2ss; 14,33ss podemos concluir que la comunidad de Corinto debía contar asimismo con no pocas mujeres. Esto mismo se deduce de los resúmenes de moral doméstica o textos similares, aunque hemos de señalar que en las cartas pospaulinas se cita por su nombre sólo a Ninfa, como guía de una comunidad doméstica en Laodicea (Col 4,15), y a Claudia entre los que saludan en 2 Tim 4,21. La tendencia a citar sólo de manera inclusiva a las mujeres, como en el marco de las casas cristianas por ejemplo, prosigue también en las cartas de Ignacio.

Junto a estas afirmaciones directas hay muchas otras indirectas que aluden a la pertenencia de mujeres a las comunidades cristianas. A título de ejemplo, vamos a limitarnos a citar aquí la historia de Maria y Marta (Lc 10,38-42), que sitúa en tiempos de Jesús una discusión que tuvo lugar en tiempos de Lucas.

Fuente: Stegemann - Stegemann. Historia social del cristianismo primitivo. Los inicios en el judaísmo y las comunidades cristianas en el mundo mediterráneo. Página 520.

jueves, 11 de mayo de 2017

Piscis.


AFRODITA Y EROS COMO ORIGEN DE PISCIS.

Una de las vertientes más conocidas y aceptadas sobre el origen de la representación de Piscis como dos peces unidos por una cuerda halla su origen en la mitología grecorromana. El origen del mito se remonta a la guerra de la segunda generación de Titanes en la que Zeus, junto a los que después serían los dioses del Olimpo, se enfrentaba a Crono. Para huir de Tifón, uno de los titanes más temidos en estos enfrentamientos, Afrodita y su hijo Eros -Venus y Cupido para los romanos- se transformaron en peces. Para no perderse en el agua se ataron con una cuerda y así atravesaron el Éufrates. En algunas versiones del mito se indica además que Atenea, para esconderlos mejor los inmortalizó en el cielo como la conocida constelación. En otras, Afrodita y Eros huían de la venganza de Poseidón por haber engendrado la diosa del amor a su hijo con un humano.

El nombre de "Cristianos".

Biblia Latinoamericana.

Hechos de los Apóstoles.

Capítulo 11.


v. 25. "Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo,

v. 26. y apenas lo encontró lo llevó a Antioquía. En esta Iglesia trabajaron juntos durante un año entero, instruyendo a muchísima gente, y fue en Antioquía donde los discípulos por primera vez recibieron el nombre de cristianos." 


Fuentes: http://www.bibliacatolica.com.br/biblia-latinoamericana/hecho-de-los-apostoles/11/




Comentario:

 En Antioquía los discípulos de Jesús comienzan a ser un grupo numeroso dentro de la sociedad. Judíos y gentiles, integrados en la nueva fe, necesitan un nombre público y oficial que les distinga netamente y que les identifique como seguidores de Jesús. Y surge el nombre de christianós. El verbo griego chrematisai tiene en Act 11,26 una significación oficial: un título dado. ¿Se lo dieron a sí mismos los seguidores de Cristo o lo recibieron de otros? Conviene advertir que del verbo chrematisai, en contra de lo que supone Leclercq, nada podemos deducir en esta cuestión, porque puede traducirse muy bien con expresiones que favorecen ya una parte ya otra de la alternativa: «tomaron el nombre», «se llamaron», «fueron llamados». A la pregunta propuesta los autores responden de muy distinta manera.
Fuente: Origen del nombre "Cristianos" en enciclopedia MERCABA




miércoles, 10 de mayo de 2017

Eusebio de Cesarea.

EUSEBIO sobre JESÚS.


En la historia más temprana del cristianismo podría haber sido de esperar que se dieran algunos detalles estratégicos adicionales de la vida de Jesús para suplementar el registro bíblico. ¿Acaso no había más tradiciones acerca de la infancia de Jesús y de su ministerio, por ejemplo, que pudiera haber transmitido Eusebio? O bien las tradiciones se habían perdido, o Eusebio se centró más bien en lo que consideraba la porción más crítica de su información acerca de Cristo: su preexistencia y su condición mesiánica. De un modo muy semejante a como George Frederick Handel se centró en su oratorio El Mesías mucho más en la profecía del Antiguo Testamento que en el cumplimiento del Nuevo Testamento, igualmente Eusebio se sintió impelido a demostrar que el Hijo de Dios era eterno y preexistente, no limitado por restricciones temporales ni geográficas. Con ello respondía a una objeción común al cristianismo como nuevo sistema inventado en el primer siglo. Por esta razón, muchos otros primitivos autores cristianos dedicaban también mucha atención a la preexistencia de Cristo y a las profecías del Antiguo Testamento que encontraban cumplidas en él. Eusebio se sentía igualmente interesado, no obstante, en demostrar la verdadera historicidad del hombre Jesús. No apelaba a una fe ciega, sino que apelaba a todas las fuentes no bíblicas que podía encontrar para mostrar lo bien que la corroboraban los Evangelios del Nuevo Testamento. Flavio Josefo era especialmente valioso para este propósito, como el historiador judío ha demostrado siempre serlo. Al citar los escritos de Julio Africano tocante a la divergencia en las genealogías de Jesús, Eusebio desvela un modelo que usará a lo largo de su historia: la incorporación textual en su propia obra, con el debido crédito, de algunas de las fuentes históricas más importantes. Así, muchos documentos cruciales sobreviven solo en Eusebio, mucho tiempo después que los documentos originales se hayan perdido. (Pág. 54)

Fuente: Comentarios de Paul L. Maier sobre "Historia Eclesiástica" de Eusebio de Cesarea.



La «Historia eclesiástica».

Eusebio y la «Historia».


Fue tesis de K. Hase que la historiografía eclesiástica no comenzó con Eusebio, sino con las Centurias de Magdeburgo. Sin embargo, al cabo de más de cien años de incesante búsqueda, se ha hecho más firme la convicción de que el verdadero padre de la historia eclesiástica es Eusebio de Cesarea. Padre de la historia eclesiástica, no de la historia de la Iglesia en el moderno sentido de esta expresión. Ni tampoco en el sentido en que entendieron la historia y la historiografía los grandes historiadores antiguos. Cuando Eusebio utiliza la palabra historia, puede referirse tanto al relato de un acontecimiento como al acontecimiento mismo, pero nunca al conjunto de acontecimientos relatados como un desarrollo orgánico sometido al juego de las causas y los efectos en mutua conexión e interdependencia con proyección universal. En Eusebio, historia no significa «la historia» en sentido universal, es decir, en cuanto abarca el acontecer de la experiencia humana en su plenitud y totalidad. Es este un concepto enteramente ajeno a Eusebio. Eusebio no escribe una «Historia de la Iglesia», sino una «Historia eclesiástica». Del pasado eclesiástico quiere dar a conocer todo lo que —personas, obras, acontecimientos— merece que se salve y pueda ser salvado para la posteridad, todo lo que él considera que puede interesar a un cristiano, obispo, clérigo o laico. Y se limita a reunir material eclesiástico del pasado, es decir, material que pertenece al pasado de la vida de la Iglesia. Tampoco pretende hacer historia de gran estilo, al modo de Tucídides, por ejemplo. Sus preceptos y reglas no le permitirían aducir constantemente y de modo directo el mayor número posible de documentos testificales, sobre todo en forma de citas y extractos. Precisamente el mérito mayor de la Historia eclesiástica radica en poner directamente a nuestro alcance —y haber salvado— la riqueza incalculable de su documentación, prescindiendo de su carácter apologético en los siete primeros libros, y «panfletario» en los tres últimos. Eusebio conocía, evidentemente, las seculares reglas de la antigua historiografía. Si las conculca, mejor, si no las sigue, es, sin duda, por una decisión consciente: su Historia eclesiástica no ha de ser una exposición histórica de gran estilo. Prefiere atenerse al significado más primitivo de la palabra historia, que apunta al saber acumulado por no importa qué clase de investigación y que había sido recogido y cultivado por la filología alejandrina hasta recibir la configuración concreta de «reunión de material». La especificación le vendrá del mismo material acumulado. Como en Eusebio se trata de material eclesiástico: obispos, sucesión, libros canónicos, escritores, mártires, herejes, etc., su Historia eclesiástica se definirá como «reunión o acopio de material eclesiástico». (Pág. 30 pdf)

Fuente:  Velasco-Delgado, Argimiro O.P. comentarios sobre "Historia Eclesiástica" de Eusebio de Cesarea.

martes, 2 de mayo de 2017

LA IGLESIA Y LAS CULPAS DEL PASADO.



COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL 


MEMORIA Y RECONCILIACIÓN

LA IGLESIA Y LAS CULPAS DEL PASADO


…”en todas las formas de arrepentimiento por las culpas del pasado, y en cada uno de los gestos conectados con ellas, la Iglesia se dirige, ante todo, a Dios y tiende a glorificarlo a Él y su misericordia. Precisamente así sabe que celebra también la dignidad de la persona humana llamada a la plenitud de la vida en la alianza fiel con el Dios vivo: «La gloria de Dios es el hombre viviente, la vida del hombre es la visión de Dios» 99. Actuando de este modo, la Iglesia da testimonio también de su confianza en la fuerza de la Verdad que hace libres (cf. Jn 8,32): «su petición de perdón no debe ser entendida como ostentación de humildad ficticia, ni como retractación de su historia bimilenaria, ciertamente rica en méritos en el terreno de la caridad, de la cultura y de la santidad. Responde más bien a una exigencia de verdad irrenunciable, que, junto a los aspectos positivos, reconoce los límites y las debilidades humanas de las sucesivas generaciones de discípulos de Cristo» 100. La Verdad reconocida es fuente de reconciliación y de paz porque, como afirma el mismo Papa, «el amor de la verdad, buscada con humildad, es uno de los grandes valores capaces de reunir a los hombres de hoy a través de las diversas culturas» 101. También por su responsabilidad hacia la verdad la Iglesia «no puede atravesar el umbral del nuevo milenio sin animar a sus hijos a purificarse, en el arrepentimiento, de errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes. Reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y de valentía» 102. Ello abre para todos un mañana nuevo”.


miércoles, 26 de abril de 2017

El Imperio Romano cuando nació el Cristianismo.






Mas libros.

Aproximación a la historia de Jesús.

La tierra de Jesús era una colonia romana que vivía con cierta independencia. Su estado social y moral aunque era mejor que el del imperio, también estaba muy bajo debido a las intrigas y pasiones que se vivían y las diferencias sociales.

Junto a esta realidad social está la diáspora (judíos que vivían en el extranjero). Sociológicamente Palestina estaba conformada por diferentes grupos. Religiosamente como antagonistas estaban los saduceos y los fariseos.

Roma gobernaba sobre Palestina indirectamente, a través de un rey, etnarca o tetrarca cliente (títere), o bien a través de un gobernador permanente, quien a su vez utilizaba los aristócratas locales: el sanedrín, especialmente el sumo sacerdote.

Los acontecimientos de Pentecostés y el concilio de Jerusalén encuadran la oposición del sanedrín a los Apóstoles y la apertura de la Iglesia.

Respecto a Jesús, habría mucho que decir, sin embargo en lo que compete a este recorrido sintético por la historia de los primeros siglos del Cristianismo, basta con enmarcar a nivel general los siguientes datos:

     - Jesús fue un judío con igual mentalidad, fundó la Iglesia como un proceso.

    - En torno a su nacimiento no hay claridad cronológica. Posiblemente 6-3 a.C según la cronología propuesta por Dionisio el Exiguo (747-744 de la fundación de Roma).

    - También hay dificultades en torno al inicio de su misión y su muerte. Es estudiado más por teólogos que por historiadores.

    - Los Evangelios son interpretaciones de fe, realizadas después de la resurrección.

   - Punto de partida son sus palabras: “El tiempo se ha cumplido”.

    - Fundó una iglesia, institución espiritual y visible, que tiene sus bases en las virtudes, la estricta moral. Unió religión y ética, los dos principios salvíficos de hebreos y griegos.

   - Aunque su vida fue ejemplar, los escribas y fariseos no lo aceptaron porque sus ejemplos destruían sus sueños de grandeza y ambición.

   - Murió el 7 de abril del año 30 d. C, pues durante el gobierno de Pilato sólo dos 14 Nisán cayeron en viernes.

   - Resucito al tercer día, según las escrituras y esto se puede fundamentar, según la teología, a partir de tres elementos: el Kerigma, las obras realizadas por los Apóstoles y el cumplimiento de las profecías.

  - El acontecimiento de la resurrección rompe toda estructura histórica ya que no se puede comprobar, sino aceptar por el testimonio de unas personas que no fueron testigos oculares, pero que siguen después de dos mil años revolucionando el mundo.

   - En Pentecostés se consumó la comunidad y recibió el impulso del Espíritu para extenderse.


Fuente: Uriel Patiño, José - Historia de la Iglesia 01





miércoles, 15 de marzo de 2017

Nuevo Pueblo de Israel.

El Padre Eterno, por una disposición libérrima y arcana de su sabiduría y bondad, creó todo el universo, decretó elevar a los hombres a participar de la vida divina, y como ellos hubieran pecado en Adán, no los abandonó, antes bien les dispensó siempre los auxilios para la salvación, en atención a Cristo Redentor, «que es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura» (Col1,15). A todos los elegidos, el Padre, antes de todos los siglos, «los conoció de antemano y los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8,29). Y estableció convocar a quienes creen en Cristo en la santa Iglesia, que ya fue prefigurada desde el origen del mundo, preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza [1], constituida en los tiempos definitivos, manifestada por la efusión del Espíritu y que se consumará gloriosamente al final de los tiempos. Entonces, como se lee en los Santos Padres, todos los justos desde Adán, «desde el justo Abel hasta el último elegido» [2], serán congregados en una Iglesia universal en la casa del Padre.

Fuente: Lumen Gentium 2.


Israel, pueblo de Dios e «iglesia del Señor» del Antiguo Testamento. El pueblo de Israel en el A. T. no constituye solamente una realidad étnica, como lo eran los demás pueblos de la tierra. Sino que tiene, desde la promesa hecha a Abraham y reiterada a los patriarcas Isaac y Jacob, un carácter sagrado. Sobre todo, a partir de la Alianza hecha por Dios con el pueblo de Israel por medio de Moisés, aparece el carácter sagrado y único de este pueblo: «Moisés subió hacia Dios. Yahwéh le llamó desde el monte y le dijo: Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los hijos de Israel. Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad peculiar entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra, pero vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa» (Ex 19,3-6). Israel tiene como subestructura nacional las doce tribus, que llevan respectivamente el nombre de los doce hijos de Jacob-Israel, pero, más profundamente, Israel es constituido, a partir de la Alianza del Sinaí, no sólo en el «pueblo de Dios», sino en la «comunidad de Yahwéh», qehal Yahwéh en el texto hebreo, ekklisía toú Kyríov en la antigua versión griega de los Setenta.
     
      Por la Alianza del Sinaí, ratificada varias veces después en momentos solemnes de la historia del pueblo hebreo, Dios, por propia iniciativa, establece una serie de relaciones religiosas entre El y el pueblo o «comunidad» de Israel, que serán otras tantas prefiguraciones y preparaciones de la 1. de Jesucristo. Entre tales relaciones pueden señalarse, a modo de ejemplos: Yahwéh es el Dios de Israel (Is 17,6; Ier 7,3; Ez 8,4, etc.); el «Santo de Israel (Is 1,4; 44,4; Ps 89,19); el «fuerte» (Is 1,25); la «roca» (Is 30,29); el «rey» (Is 43,15); el «redentor» (Is 44,6), etc. En correspondencia, el pueblo de Israel es respecto a Dios: el pueblo de Yahwéh (Is 1,3; Am 7,8; Jer 12,14; Ez 14,9; Ps 50,7); su «servidor» (Is 44,21); su «elegido» (Is 45,4); su «hijo primogénito» (Ex 4,22; Os 11,1); su «heredad» (Is 19,25); su «rebaño» (Ps 95,7); su «viña» (Is 5,7); su «posesión» (Ps 114,2); su «esposa» (Os 2,4), etc. El pueblo de Israel, pues, trasciende completamente a la historia profana o política de la humanidad, para entrar de lleno en la historia sagrada o historia de la salvación, como la etapa previa, preparatoria y prefigurativa de la historia de la Iglesia.

Fuente: Mercaba - Iglesia - Antiguo Tetsamento. 1) 1) 2)



God and His People. La Iglesia en el Antiguo Testamento según CLAUS WESTERMANN.

Cuando Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, inauguró la historia de su intervención entre los Ihombres, lo hizo en el seno y en favor de un pueblo. No empezó con un hombre concreto o con todo el mundo. Pero lo que Dios empezó con su único pueblo -un pueblo entre otros- era, un símbolo de la actuación completa que culmina con Jesucristo y el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia.

Fuente: Selecciones de Teología.


Los símbolos de la Iglesia.

753. En la Sagrada Escritura encontramos multitud de imágenes y de figuras relacionadas entre sí, mediante las cuales la Revelación habla del misterio inagotable de la Iglesia. Las imágenes tomadas del Antiguo Testamento constituyen variaciones de una idea de fondo, la del "Pueblo de Dios". En el Nuevo Testamento (cf. Ef 1, 22; Col 1, 18), todas estas imágenes adquieren un nuevo centro por el hecho de que Cristo viene a ser "la Cabeza" de este Pueblo (cf. LG 9), el cual es desde entonces su Cuerpo. En torno a este centro se agrupan imágenes "tomadas de la vida de los pastores, de la agricultura, de la construcción, incluso de la familia y del matrimonio" (LG 6).


Historia Salutis.

El concepto historia de la salvación, en su formulación explícita, tiene un origen reciente, pero su contenido es tan antiguo como la religión bíblico-cristiana.

La catequesis de la Iglesia siempre ha tenido presente el plan salvífico de Dios, si bien han variado los acentos, a favor o en contra, según concepciones ideológicas de la filosofía o de la teología de la historia, claramente ligadas al tiempo en que han nacido y de las que la misma catequesis, catequistas y catecismos han podido estar influenciados.

A lo largo de todo el pensamiento bíblico se verifica que entre el pueblo que vive sus vicisitudes y el Dios que salva existe una relación histórica.

En la dinámica promesa-cumplimiento está constituido el núcleo de la historia de la salvación. Bajo la clave de la alianza lo confiesa Israel en el Antiguo Testamento (Dt 6,20-23; 26,1-11; Jos 24,1-13; Neh 9,7-25), y bajo la clave del reino lo anuncia Jesús y lo predica la Iglesia en el Nuevo.

Así pues, podemos decir que el misterio de salvación entreteje las páginas de la Biblia, los siglos de la tradición y los documentos del magisterio, a través de sus múltiples tradiciones, en ellos recogidas, y en su numerosa y rica variedad de géneros literarios y de autores, cuyo objetivo no es otro que el de manifestar la acción de Dios en la historia de unos determinados hombres, la intervención en sus vidas. Intervención dirigida siempre a sacarlos de la situación penosa en que se encuentran; a librarlos de la condición de esclavitud en que viven como herencia de su misma existencia humana, como consecuencia de su propia equivocación y malicia a lo largo de la historia; a hacerlos salir de su desesperada condición de hombres abocados a la muerte y a la ruina total. Esta es la intención primera y última del Dios que se revela y actúa en Jesucristo, y es el que pone en marcha toda la acción en la historia.

Hechos concretos de la historia de los hombres, de grupos humanos, de comunidades o pueblos, han sido vividos, vistos y experimentados como acontecimientos salvíficos, como verdaderas intervenciones salvadoras de Dios. Y como tales han sido transmitidas, de palabra y por escrito, en la predicación y en la oración, en los santuarios o templos, en las tiendas, casas o areópagos públicos, como objeto de confesión de fe o motivos para la alabanza, la bendición y la súplica.

Fuente: Mercaba, Historia de la Salvación.

martes, 14 de marzo de 2017

Locus Theologicus.

Si bien el tema historia ha acompañado el pensamiento cristiano desde sus inicios, con la desvinculación de la historia humana como historia profana de la interpretación teológica de la historia, el tema historia devino un problema para la teología (Pannenberg, 1984).

El humanismo y el renacimiento, a los inicios de la modernidad, trajeron consigo una nueva relación con la historia. En ese contexto cultural se ubicó el aporte del teólogo español, Melchor Cano, quien concretó la primera presentación sistemática de la metodología teológica en la transición de la escolástica medieval hacia la dogmática moderna (Seckler, 2006).


La historia fue conceptualizada por Cano como un locus theologicus alienus, poseedora de una autoridad para el lenguaje sobre Dios. En el siglo XIX se produjo la irrupción de la conciencia radical de la historicidad del pensamiento que ha tenido enormes repercusiones en los más diversos ámbitos vitales y científicos, más tardíamente en la Iglesia y la teología.


Como destacan múltiples autores -G. Alberigo, C. Theobald, etc.- la asunción de la conciencia histórica es uno de los datos más relevantes del Vaticano II.


Esta nueva conciencia se explicita particularmente -aunque no de manera exclusiva- en Gaudium et spes, en "una forma nueva de teología" que Y. Congar caracteriza por el esbozo de una metodología "inductiva y concreta" (1970: 14).


El lugar teológico historia se concretiza allí, especialmente, con el término pastoral signo de los tiempos (Sander, 2006: 137).


Fuente: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492016000300009




El “lugar teológico” en Jon Sobrino.

Este trabajo indaga en la relevancia del término “lugar teológico” en Jon Sobrino. Partimos de un supuesto fundamental de la teología de la liberación, a saber, que Dios se hace presente y continúa revelándose en la historia actual. Se abordan, en esta tarea, la controversia sobre el método teológico del autor y su recurso al círculo hermenéutico para comprender la revelación a partir de la praxis de seguimiento de Cristo.

 El uso del término “lugar teológico” tiene importancia en la teología latinoamericana. Con él se indica fundamentalmente que Dios, de algún modo, continúa revelándose en la historia. En el presente artículo tratamos sobre este tema en Jon Sobrino, el teólogo que más utiliza el término.

Fuente: http://www.scielo.org.co/pdf/thxa/v66n181/v66n181a01.pdf



Objeto, método y naturaleza de la historia de la Iglesia.



El objeto de la Historia de la Iglesia es describir el crecimiento en el espacio y en el tiempo de la Iglesia fundada por Jesucristo. En cuanto que recibe su objeto de la ciencia de la fe y se apoya en la fe, es una disciplina teológica y se distingue de una simple historia de la cristiandad.

En la medida en que la Iglesia tiene un pasado y una historia; está sometida a las exigencias del método histórico. La Historia de la Iglesia está vinculada a sus fuentes, y las leyes de la crítica histórica se aplican a los documentos y a los hechos que descubre, lo mismo que en las demás disciplinas históricas. La relación inteligible de los hechos descubiertos, la percepción de los motivos que inspiran y dirigen a los hombres de la Iglesia, tal como aparecen en los documentos del pasado, la génesis y el desarrollo de las instituciones de la Iglesia, todo esto proviene de la observación y del método histórico.


La Historia eclesiástica, sin embargo, se distingue de las ciencias profanas y de una simple historia de la cristiandad; en razón de su objeto y de los principios que la iluminan, es una verdadera disciplina teológica. Como totalidad, la Historia de la Iglesia no puede ser concebida más que como la historia de la salvación, en ejercicio de aplicación y de actualización desde Pentecostés hasta la Parusía, y su sentido no puede ser percibido más que por la fe. La Historia de la Iglesia es la presencia continuada de la palabra de Dios en el mundo, por el anuncio del Evangelio y la constitución del pueblo santo adquirido por la sangre de Cristo. La Historia de la Iglesia, en cuanto compresión del misterio de salvación en su fase de realización, dimana de la inteligencia teológica.

Etimología de la palabra Iglesia.

La palabra Iglesia proviene del latín “ecclesia” y ésta del griego “ἐκκλησία” (“ekklesía”) que significaba originariamente en la antigua Grecia “asamblea” y luego pasó a significar “congregación de cristianos”.

Ésta palabra contiene el prefijo “ἐκ-” (“fuera”, como en latín “ex-“) y la raíz “κλή-“, como en “κλήσις” (“klêsis”, “llamada”) que proviene del verbo “καλέω” (“kaléo”) que significa “llamar”.

Compárese con el latín “clamare” (también tiene la partícula “cla-“) o “clamor”; del verbo “clamare” viene nuestra palabra “llamar”, como en italiano “chiamare”.

Es entonces que la palabra “ἐκκλησία” significaría originariamente “llamada afuera” con el motivo de reunir a la gente de una comunidad. En las demás lenguas romances pueden encontrarse las derivaciones de ésta como en italiano “chiesa” y francés “église”.




La palabra iglesia proviene de la voz griega ἐκκλησία (transliterado como ekklēsía) vía el latín ecclesia.

El sustantivo posee una doble herencia de significado en la Biblia:1
1. En el ámbito del mundo europeo occidental helenístico no cristiano, denotaba una asamblea o reunión de ciudadanos congregados en razón de una convocatoria pública (generalmente el llamado de un mensajero oficial o heraldo), para asuntos usualmente de orden político, y se entiende de esta manera en pasajes bíblicos como el de Hechos de los Apóstoles:
Y otros gritaban otra cosa; porque la iglesia estaba confusa, y la mayoría no sabía por qué se habían reunido.
Hch 19, 32
2. En la Septuaginta (traducción al griego del Tanaj) se emplea frecuentemente para traducir la voz hebrea qâhâl (o kahal, transliteración de קהל), que se refiere a la congregación de Israel o pueblo de Dios, como por ejemplo en: Salmos:
Anunciaré tu nombre a mis hermanos: en medio de la kahal קהל' te alabaré.
Sal 22, 22
Así, Iglesia en algunos pasajes del Nuevo Testamento podría combinar ambas ideas (la hebrea y la griega) o solo una de ellas, dando por eso profundo y complejo significado a las palabras de Jesús de Nazaret a Simón Pedro recogidas en el Evangelio según san Mateo:
Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi kahal קהל' pueblo o iglesia, y las puertas del hades no prevalecerán contra ella.
Mt 16, 18
Por otro lado, otros orígenes etimológicos de Iglesia se observan en idiomas distintos al castellano. Mientras que en las lenguas romances iglesia deviene del griego ekklēsía, como ya se ha visto, en las lenguas germánicas (alemán kircheinglés church), procede del griego popular bizantino (kyrikē), que puede significar algo ‘referente al Señor (kyrios)’; no obstante, no existe unanimidad al respecto.



Derivados de la palabra iglesia:  http://etimologias.dechile.net/?iglesia


miércoles, 8 de marzo de 2017

Pena de muerte.

Catecismo de Iglesia Católica nº 2267.


2267 La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas.

Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana.

Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo «suceden muy [...] rara vez [...], si es que ya en realidad se dan algunos» (EV 56).

Fuentes: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a5_sp.html

Encíclica Evangeluim Vitae nº 56.

56. En este horizonte se sitúa también el problema de la pena de muerte, respecto a la cual hay, tanto en la Iglesia como en la sociedad civil, una tendencia progresiva a pedir una aplicación muy limitada e, incluso, su total abolición. El problema se enmarca en la óptica de una justicia penal que sea cada vez más conforme con la dignidad del hombre y por tanto, en último término, con el designio de Dios sobre el hombre y la sociedad. En efecto, la pena que la sociedad impone « tiene como primer efecto el de compensar el desorden introducido por la falta ».46 La autoridad pública debe reparar la violación de los derechos personales y sociales mediante la imposición al reo de una adecuada expiación del crimen, como condición para ser readmitido al ejercicio de la propia libertad. De este modo la autoridad alcanza también el objetivo de preservar el orden público y la seguridad de las personas, no sin ofrecer al mismo reo un estímulo y una ayuda para corregirse y enmendarse. 47
Es evidente que, precisamente para conseguir todas estas finalidades, la medida y la calidad de la pena deben ser valoradas y decididas atentamente, sin que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo salvo en casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo. Hoy, sin embargo, gracias a la organización cada vez más adecuada de la institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir prácticamente inexistentes.
De todos modos, permanece válido el principio indicado por el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, según el cual « si los medios incruentos bastan para defender las vidas humanas contra el agresor y para proteger de él el orden público y la seguridad de las personas, en tal caso la autoridad se limitará a emplear sólo esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana ».48

Fuente: http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_25031995_evangelium-vitae.html